EL LLAMADO DEL DR.
DUFF
El doctor
Alejandro Duff, el gran misionero veterano de la India, regresó a Escocia
para morir, y al hallarse frente a la Asamblea General
de la Iglesia
Presbiteriana, hizo su llamado, pero no encontró respuesta.
En la
mitad de su llamamiento, se desmayó y fue retirado de la plataforma. El médico
se inclinó sobre él, examinándole el corazón. Abrió los ojos:
—¿Dónde
estoy? —Exclamó— ¿Dónde estoy?
—Estése
quieto —dijo el médico—, su corazón está muy débil.
—Pero—exclamó
el antiguo luchador—, ¡tengo que terminar mi llamado! Llévenme nuevamente. Llévenme
nuevamente. No he terminado aún mi llamado.
—Estése
quieto —repitió el médico—, está muy débil para volver.
Pero el
anciano misionero se esforzó por ponerse en pie, su determinación venció su
debilidad y, con el médico a un lado y otro ayudante por el otro, el luchador
de cabello blanco fue conducido nuevamente a la plataforma y mientras ascendía
por los escalones del púlpito, toda la asamblea se puso de pie en su honor;
luego continuó su llamado:
—Cuando
la reina Victoria llama por voluntarios para la India—exclamó—, cientos de
jóvenes responden; pero cuando llama el rey Jesús, nadie acude.
Hizo una
pausa, y retomó el discurso:
—¿Es
cierto—preguntó— que Escocia ya no tiene hijos para dar a la India?
Nuevamente
hizo una pausa.
—Muy bien
—concluyó—, si Escocia ya no tiene jóvenes para mandar a la India, entonces, anciano y
gastado como estoy, yo regresaré, y si no puedo predicar me recostaré en las
costas del Ganges y allí esperaré morir, para que sepa la gente de la India que por lo menos hay
un hombre en Escocia que tiene suficiente interés por sus almas y que está
dispuesto a dar su vida por ellos.
Al
instante varios jóvenes de entre la asamblea se pusieron de pie y gritaban:
—¡Yo iré!
¡Yo iré! ¡Yo iré!
Después
de haber partido de este mundo el famoso misionero, muchos de esos mismos
jóvenes fueron por los caminos de la
India, para entregar sus vidas como misioneros, como
resultado del llamado que Dios hiciera por medio del doctor Duff.
Amigo
mío, ¿quieres ir? ¿Te ha hablado Dios? ¿Has percibido su llamado? ¿No
contestarías:
«Señor,
heme aquí, envíame a mí?» (Isaías 6.8). Y si no puedes ir, ¿enviarías a un
reemplazante? La decisión queda contigo.
¿Por qué
ha de escuchar alguno dos veces el evangelio antes de que todos lo hayan
escuchado una vez?
‘Pasión
Por Las Almas’ -Oswald J. Smith